NAZARENO DEL SILENCIO

Puede que mis hermanos del Silencio hayan perdido la cabeza o quizá no hayan tomado la mejor decisión. Lo cierto es que a mí me han hecho muy feliz, me han sorprendido, ilusionado y, porque viene de ellos, me siento realmente orgulloso. No soy consciente de acumular ningún mérito especial en los años que llevo como cofrade. Antes bien, miro hacia atrás y veo todo lo que pude hacer y no hice. Me he limitado a estar ahí, simplemente estar ahí, con una actitud más contemplativa que activa. No sé si eso puede resultar importante. De lo que estoy seguro es de que la generosidad de los miembros de la Junta de Gobierno me ha deparado esta alegría que no tengo palabras suficientes para agradecer.

Hoy no quiero que la timidez, la humildad, ni la falsa modestia me impidan deciros a todos, los que pensasteis en mí para recibir el Nazareno, los que me habéis felicitado, los blogs amigos que se han hecho eco de la noticia, todos los que os alegráis, que os quiero un montón, que una estatuilla no tiene valor ninguno pero el cariño recibido es algo muy grande, que vale un mundo. Todo ello reafirma en mí la grandeza de ser hermano del Silencio.